En 1900, una mujer podía esperar vivir hasta los 50 años en la mayoría de los países occidentales como Francia, Canadá o Alemania. Hoy en día, casi 120 años después, ella puede esperar vivir 40 años más. Ésta es una victoria extraordinaria que se debe a nuestro fabuloso progreso en medicina y a la mejora considerable de nuestras condiciones de vida. Sin embargo, desde hace algunos años, se viene constatando que la esperanza de vida ya no avanza en los países más avanzados e incluso parece retroceder de manera inquietante, poniendo fin a una curva ascendente que parecía casi infinita.
¿Es este estancamiento el signo de que hemos alcanzado nuestro límite de esperanza de vida? ¿El récord de Jeanne Louise Calment, fallecida a la edad de 122 años, no se puede batir nunca?
Unos investigadores que realizaron un estudio sobre el límite de la duración de la vida del hombre están persuadidos de lo contrario (1) . Para ellos, el hombre está lejos de haber obtenido el límite de su duración de vida, ¡que podría incluso ser en realidad “infinita”!
Para llegar a tales conclusiones, estos investigadores que han publicado en la prestigiosa revista Science han estudiado el porvenir de 3.836 “supercentenarios” europeos, es decir, personas mayores de 105 años. Previamente se aseguraron de que estas personas disponían de una partida de nacimiento para evitar aproximaciones asociadas a la memoria hasta que notaron algo sorprendente: mientras que todos los estudios muestran que el riesgo de fallecimiento aumenta todos los años con la edad, parece ser que esta probabilidad alcanza un nivel después de la edad de 105 años.
Así pues, los investigadores observaron que una mujer de 106 años tenía la misma probabilidad de morir en el año en curso que una mujer de 115 años (es decir alrededor de un 50 % de riesgo). Esta constatación va en contra de la teoría del riesgo acumulativo que supone que el riesgo de mortalidad aumenta de manera exponencial con la edad y que se comprueba con los datos demográficos a partir de la edad de 30 años. Por tanto, la probabilidad de morir a los 60 años es de 0,65 % para las mujeres, mientras que ésta pasa a 1,62 % a la edad de 70 años.
Sin embargo, después de la edad de 105 años, el riesgo de mortalidad se estabiliza. Cuando una persona logra esta edad fatídica, parece ya no estar expuesta a riesgos suplementarios asociados a las enfermedades o al envejecimiento. Este “nivel” ya se había puesto de manifiesto en trabajos precedentes (2-4). Incita a los investigadores a creer que el límite de la duración de la vida puede ser ampliarse mucho todavía . Para ello, sin duda habrá que eliminar los “nuevos” factores de riesgo, los que no se conocen bien todavía, y que son ciertamente la causa de la ralentización, es decir del declive de la esperanza de vida en los países más avanzados: la exposición crónica a los pesticidas, el estrés crónico, la contaminación, los perturbadores endocrinos, la falta de actividad física asociada al sedentarismo, la transformación de las relaciones humanas, la industrialización cada vez más exhaustiva de la alimentación…
La mayoría de estos factores ya están muy documentados científicamente y los medios de prevención son conocidos (alimentación rica en antioxidantes, exposición progresiva a la luz del sol, actividad física variada, restricción calórica, ingesta de complementos para compensar los fallos de la vida moderna, especialmente de la vitamina D, de la vitamina C y de los antioxidantes, consumo de alimentos locales y procedentes de la agricultura ecológica, estimulación cerebral, trabajo gratificante, etc.). Desgraciadamente, estos medios no son accesibles a todas las personas o todavía están subestimados por el público en general.
Es muy probable que los principales avances en medicina y en salud pública de las próximas décadas se sitúen a este nivel. A menos éstos que también traten los mecanismos directos implicados en el envejecimiento como el acortamiento de los telómeros (para lo que ya hay complementos prometedores como el Cycloastragenol (cicloastragenol) o el Astragaloside IV (astragalósido IV)), los depósitos de productos de glicación avanzada o AGE (del inglés Advanced Glycation End Products) o la neurogénesis …
Una cosa es segura: los avances potenciales son muy numerosos y es impensable que no conduzcan a un alargamiento de la esperanza de vida. Las personas que están al día de los últimos avances de la ciencia pueden beneficiarse de éstos a partir de ahora.
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